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Aprendiendo de la vida, un artículo de Antonina Rodríguez Bayón

Aprendiendo de la vida, un artículo de Antonina Rodríguez Bayón

Fecha de publicación: 26 de julio de 2015

Este año la primavera estaba siendo especialmente generosa y los castaños de Indias nos regalaban la belleza de sus flores. Mi amiga y yo paseábamos y hablábamos de nuestras preocupaciones cotidianas. Ella me preguntaba: Cómo te va en el Centro de Salud? ¿Qué tal con los residentes? Llevas ya unos años con la docencia…¿Qué piensas en general de este tema? ¿Qué les dirías a los nuevos tutores?


Sus preguntas me iban planteando el deseo y el interés de intentar hacer una panorámica “de lo vivido” en estos últimos años, a modo de cortometraje. Podía comentarle y comentaros los aspectos que han sido más significativos para mí en esta aventura que estamos viviendo y compartiendo los centenares de tutores de las Unidades Docentes de este país. ¿Me seguís?


Mira -le decía yo- pienso que la personalidad de los médicos y en general de los profesionales que trabajamos con la salud y la enfermedad, nuestras historias personales, nuestros antecedentes familiares y culturales, nuestros valores, prejuicios y creencias influyen de forma determinante en las actitudes para con nuestros pacientes, residentes, compañeros de trabajo, etc.


Partiendo de esta referencia me gustaría contar brevemente algunos de los momentos o vivencias que más me han podido ayudar a ser lo que ahora soy o creo que soy.





En la Facultad, y posteriormente en el Hospital, me preocupaba por los temas científicos, principalmente biomédicos, incluyendo los múltiples cursos que complementaban mi formación como estudiante y como residente. Pero a medida que empecé a “ver enfermos” fui modificando mi perfil de interés y, a parte de lo biológico, me iban atrayendo temas de otra índole como por ejemplo la relación médico-paciente. ¡Fue cuando leía Balint!(1) Apenas sin esfuerzo “llegó” a mi una persona que fue determinante en afianzar mis inquietudes en recuperar o mejorar los aspectos más humanos de los profesionales sanitarios. Su forma de acercarse a los pacientes, de hablarles, de saber cómo escucharles me sorprendieron y gratificaron desde prácticamente el principio de pasar sala con él. ¿Qué podía hacerle tan distinto de la media del hospital? No tardé mucho en saberlo... padecía una enfermedad crónica, limitante y progresiva... ¿Era eso? Ser médico y paciente a la vez. En aquel momento no sabía que era la mejor lección de empatía que podíamos recibir todos los que estábamos con él. Se lo agradeceré desde lo más profundo de mi corazón.Ya en mi periodo de residente los aspectos de la información al paciente y las reacciones emocionales de los profesionales me seguían interesando y preocupando. Además mi rotación por Salud Mental, con mis largas y polémicas conversaciones con la psiquiatra responsable, hicieron que me convenciera de la necesidad de profundizar en estos temas, pero ¿por dónde seguir? Pues ni que decir tiene que en mi Unidad Docente aquello sonaba a “música celestial”, dado que nosotros solíamos andar siempre preocupados por asuntos tales como el siguiente curso de ECG.




Con mi primer embarazo tomé todavía más conciencia de la cantidad de pensamientos, emociones, miedos y expectativas que como “paciente” depositaba en los profesionales. Dichas experiencias me iban haciendo cambiar la perspectiva desde la que valoraba a mis pacientes (la embarazada con temor a las malformaciones, las quejas por los síntomas “leves”...). Cuando te sientes tan frágil, ¡cómo valoras los “pequeños” detalles! : las palabras tranquilizadoras tras realizar la ecografía, que te tapen el vientre si el ginecólogo se va a retrasar en explorarte, las expresiones de ánimo y confianza de la matrona en el momento del parto…Resulta curioso cómo la naturaleza humana olvida con frecuencia los malos ratos, los tactos vaginales de “desconocidos”, el trato tan frío, el imperio de la técnica, el distanciamiento de algunos profesionales en sus entrevistas... ¡fue una gran lección!Y casi sin solución de continuidad, las oposiciones, el cambio de domicilio, el empezar a trabajar en el Centro de Salud…¡todo era nuevo! Las ilusiones, el grupo de trabajo, las dificultades, los logros, todo lo veía (y curiosamente lo sigo viendo) como lecciones para ir madurando, no sólo como profesional, sino esencialmente como persona.



Encuentro con la entrevista clínica


Había leído el libro de Borrell (2) y oído de los cursos que se impartían en algunas Unidades Docentes, así que en cuanto me enteré de que en Jaén se daba uno, me empeñé y pude asistir. Fue toda una sorpresa, no tanto por los contenidos, como por el método y los docentes. Los percibí tan cercanos a mi realidad, a mis inquietudes... ¡Y me proponían una herramienta tan útil! A partir de ahí empecé a grabarme y a reunirme con compañeros interesados en diversos aspectos de la Comunicación y la relación médico-paciente. Desde entonces sigo trabajando en estos temas en colaboración con el Grupo Comunicación y Salud, sobre todo el andaluz.


Puedo decir que este curso dejó una huella imborrable y que de alguna forma marcó un camino sin vuelta atrás en mi actitud ante la práctica de la Medicina de Familia.


Algunas lecturas sobre comunicación asistencial y relación médico-paciente
Si os paráis un momento, quizás cada uno de los que me sigue tiene en su “cofre personal” una serie de libros que le han proporcionado la agradable sensación de haber un antes y un después de leerlos. Esos libros que, al acabarlos, tienes casi la certeza de que eres un poco diferente (¿quizás mejor?). De que ves la realidad desde una perspectiva más amplia. Son las páginas que nos ayudan a seguir hacia delante.


Sólo os quiero citar el nombre de alguno de sus autores y al final del artículo os detallo las referencias: Rogers(3), Neighbour(4), McVhinney(5), Altisent(6), Sampedro(7) y la Revista Dimensión Humana.



Interés e inquietud por el enfermo terminal


Al poco tiempo de empezar a pasar sala en el hospital, empecé a fijarme en la forma “especial” de tratar a los pacientes diagnosticados de cáncer, las palabras de ánimo y esperanza “vacías”, las conductas evasivas del adjunto internista cuando le preguntaban alguna duda o temor.


A partir de entonces me fui interesando especialmente por los temas relacionados con el paciente terminal, su calidad de vida, sus etapas, su familia, su abordaje como profesional. Observando el antiguo drama que con tanta frecuencia ensombrece los últimos días de los enfermos de cáncer: "Sabía que él quería hablarme, pero yo siempre lograba esquivar la situación mediante una pequeña broma o una reconfortante evasiva poco eficaz. El paciente y yo lo sabíamos, pero ante mis desesperados intentos por evadirme, sintió piedad de mí y se guardó para sí mismo lo que hubiera querido compartir con otro ser humano. Y así murió sin molestarme”.


A lo largo de mis años de práctica en Atención Primaria he ido aprendiendo a escuchar de forma más activa, a observar esas miradas fugaces, esos comentarios o preguntas “a medio hacer”, esos pequeños detalles tan importantes para el paciente y sus familiares. He tenido la oportunidad y el privilegio de compartir su actitud ante la vida, sus miedos, sus deseos, sus agradecimientos... Pero sobre todo lo que más me han enseñado es a valorar la vida (con mayúsculas), los pequeños logros cotidianos, el privilegio de tener buena salud, la importancia de la amistad incondicional, el saberte querida y respetada por los que te rodean. ¡Es curioso! Que los que se están muriendo nos enseñen tanto de la vida.


Todo se me ha presentado y se me sigue presentando como un reto para seguir mejorando la calidad de atención a estos pacientes (nuevos enfoques en el tratamiento del dolor, reforzar las relaciones con oncología, apoyo a los cuidadores, etc.). Reconozco que leer a Kuble-Ross(8,9) fue todo un descubrimiento y una ayuda difícil de describir y desde aquí lo recomiendo a quien este mínimamente interesado.



¿Y qué pasa con las emociones del profesional?


También empecé a interesarme por ese “cajón de sastre”, cuando tras una consulta con un paciente agresivo, una hiperconsultadora, o tras una mala noticia, se nos decía que el profesional debía de hacer uso de su “autocontrol emocional” y hacer como si no pasara nada. ¡Y claro que pasa! ¡Pasa de todo! Resulta curioso que apenas empiezas a leer algún artículo de las revistas médicas de actualidad, suelen recomendar al médico de familia que aprenda a adaptarse a los profundos cambios que se nos avecinan.


Partiendo de esto, formamos un grupo de trabajo en el que uno de sus objetivos era el analizar las variables que influían en los profesionales en su interacción con los pacientes, observándonos en las consultas, registrando nuestros pensamientos, nuestras emociones y cómo nos comportábamos. Ha sido, la de estos siete, ocho años, una labor realmente gratificante(10). Ahora me veo más tolerante ante las situaciones cotidianas más conflictivas y ante los errores propios y ajenos (porque seguirán viniendo pacientes difíciles, seguirán existiendo problemas con compañeros de trabajo o la administración...). He llegado a aprender, a aceptar mis limitaciones y a convivir con un elevado grado de incertidumbre (os suena, verdad). Y me sorprendo, a diario de mi capacidad de reflexión “en ruta”, es decir, mientras está produciéndose la situación estresante, y de ser capaz de poner en práctica sencillas herramientas de autocontrol.



Últimas reflexiones en alto


Intentando revivir estos recuerdos, sigo dándome cuenta de cómo se va “perfilando” el cuadro que representa cada una de nuestras vidas, con diversos y variados colores, múltiples formas y fondos. Cómo cada una de estas vivencias, lecturas, conversaciones y debates van dando los matices de la obra. Vamos bien, y me viene a la memoria aquel consejo lejano “no importa qué camino seguir, lo importante es que tenga corazón".


Bueno, la tarde iba invitando a la noche y nuestros pasos nos habían conducido hacia el hotel, quedaban muchas “historias" en el tintero, pero la vida podría volver a regalarnos un atardecer tan delicioso como éste. Confiemos en que sí.


 

Bibliografía recomendada:

1. Balint M. El médico, el paciente y la enfermedad. Buenos Aires: Libros Básicos; 1961.


2. Borrell i Carrió F. Manual de Entrevista Clínica. Barcelona: Doyma; 1989.


3. Carl Rogers. El proceso de convertirse en persona. Barcelona: Paidós; 1989.


4. Neighbour R. La consulta Interior. Barcelona: J&C Ediciones Médicas: 1998.


5 . McWhimey IR. Medicina de Familia. Barcelona: Doyma, 1995.


6. Sobre Bioética y Medicina de Familia. Documento semFYC Nº7 Barcelona: semFYC; 1997.


7. Sampedro JL. La sonrisa etrusca. Madrid: Alfaguara; 1996.


8. Kubler-Ross E. Vivir hasta despedirnos. Barcelona: Luciérnaga; 1991.


9. Kubler Ross E. La rueda de la vida. Bilbao: Ediciones B-Grupo Zeta. Cuarta edición; 1998.


10. Rodríguez Bayón A. Emociones en la consulta. Dimens Hum 1998; 2(2):25-50.