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Calor y Deporte

Calor y Deporte

Fecha de publicación: 13 de julio de 2017

Desde #noticiassemFYC publicamos un artículo que apareció en el volumen 10 de la revista Apuntes de Medicina Deportiva (Marzo 1973), indexado y enlazado también en la revista Atención Primaria (Calor y Deporte). El artículo analiza las razones por las que sube la temperatura al hacer deporte y las prevenciones necesarias para poder aprovechar el lado más saludable del ejercicio.




Calor y Deporte


La regulación de la temperatura del cuerpo es controlada por el balance entre la tasa de producción de calor y su tasa de eliminación. Si la cantidad de calor producida es mayor que la eliminada, la temperatura se elevará, y si la cantidad que se elimina es mayor que la producida, la temperatura descenderá.


Todos los procesos metabólicos del cuerpo producen calor, y así tenemos que en el adulto normal se producen diariamente 2.000 calorías aproximadamente, y, por lo tanto, la cantidad de calor producida dependerá de la tasa del metabolismo.


En condiciones basales la mayor cantidad de calor producido procede de la actividad de los órganos internos, cerebro, corazón, riñones, tracto gastro-intestinal y especialmente el hígado. No obstante, cuando el sujeto realiza una actividad muscular, esto da lugar a una gran producción de calor y así tenemos que durante la actividad muscular intensa, la producción de calor en el organismo puede aumentar temporalmente hasta 15 veces sus valores basales, originándose un 90% de este calor en los procesos metabólicos que tienen lugar en el músculo en actividad.


Hay varios mecanismos mediante los cuales el organismo puede eliminar este calor: radiación, conducción, convección y finalmente gran parte se elimina al evaporar el sudor. Todos esos mecanismos implican el transporte del calor producido en el medio interno hasta la superficie cutánea, transporte que se verifica por la sangre circulante. Es decir, que para que esta pérdida de calor sea eficiente, tiene que haber una mayor cantidad de sangre circulante en los vasos sanguíneos cutáneos, lo que se logra mediante vasodilatación cutánea; tiene que haber una mayor velocidad circulatoria, lo que se logra mediante un aumento del v/m. a expensas de un aumento del ritmo y fuerza de contracción cardíaca, y tiene que haber una mayor producción de sudor, lo que se logra mediante un aumento en actividad de las glándulas sudoríparas.


En todos estos mecanismos interviene el centro regulador de la temperatura situado en el hipotálamo anterior, el cual no sólo tiende a aumentar la eliminación del calor producido, sino a disminuir la producción del mismo, disminuyendo el tono muscular y disminuyendo la liberación de adrenalina y noradrenalina.


Esta regulación fisiológica puede ser modificada por distintos factores. En primer lugar tenemos los factores individuales como: edad, grado de obesidad, necesidades de oxígeno, lo que depende principalmente de la actividad muscular, ingestión de alcohol, grado de aclimatación o entrenamiento y tipo, cantidad y distribución de ropa. Y en segundo lugar por factores ambientales, temperatura del aire y objetos circundantes, la humedad relativa y la velocidad del aire.


Así vemos que la producción de sudor es uno de les factores principales que intervienen en la disipación del calor del organismo cuando éste realiza una actividad muscular intensa. Con el sudor no es sólo agua lo que se pierde, ya que lleva electrolitos en él, que lo hacen una solución salina hipotónica y, aunque la proporción y cantidad con que estos electrolitos se encuentran en él varían de un sujeto a otro y en un mismo sujeto dependiendo del grado de aclimatación, podemos considerar su composición promedio en:


Na : 48 m. Eq. X litro


CL : 40 m. Eq x litro


K : 5,9 m. Eq x litro


De esto se deduce que en el atleta que realiza una actividad muscular intensa y prolongada y, por lo tanto, va a tener una sudoración profusa, lo ideal sería que tres factores estuvieran en consideración:




  1. Aclimatación o entrenamiento.

  2. Buenas reservas hidrosalinas.

  3. Reposición adecuada d elas pérdidas.


Son tres los síntomas clínicos reconocibles que pueden aparecer cuando a una actividad física intensa y prolongada se suman los factores ambientales:




  1. Agotamiento por calor.

  2. Calambres por calor.

  3. Golpe de calor.


Aunque la separación de los mecanismos que implican la aparición de cada uno de ellos es difícil, ya que hay cierta semejanza en la variación del medio interno, podemos intentarlo.


Así tenemos que:


Agotamiento por calor




  1. Disminución del v/m.

  2. Disminución del volumen de sangro circulante.

  3. Colapso vascular periférico.


Calambres por calor




  1. Pérdida salina.


Golpe de calor




  1. Interferencia con la sudoración.


Por último vamos a exponer brevemente dos casos aparecidos en la práctica de la especialidad:


Primer caso. – J.C., de 32 años, con talla de 1,83 m. y un peso de 85 kilos, atleta alto y musculoso, con examen previo que denotaba una buena preparación física, 20 minutos después de un partido internacional se queja de calambres, que comienzan por los músculos abdominales para pronto generalizarse. Estos calambres se manifestaban subjetivamente por dolor intenso y contractura en flexión de los grupos musculares de las extremidades que se presentaban en el examen como masas musculares duras y apelotonadas, cediendo rápidamente este cuadro sintomático después de la administración de solución salina por vía oral (una cucharita de sal y medio vaso de agua).


Segundo caso. – J. A. D., de 28 años, con una talla de 1,76 m., peso 73 kilos, atleta con preparación física previa adecuada, que después de un partido internacional de hockey sobre hierba, en el que hubo una prórroga de 100 minutos, jugándose en total 170 minutos, se quejó de náuseas, y fatiga intensa, acompañada esta sintomatología de vómitos y presentándose al examen pálido, sudoroso, frío, hipotenso y taquicárdico, cuadro sintomático que cedió después de la administración intravenosa de 2.000 centímetro cúbios de solución salina fisiológica.


Creemos que los dos casos previamente citados constituyen una demostración que en gran parte se hubieran podido prevenir se si hubieran tomado las medidas necesarias para mantener una buena hidrosalina, antes y durante la competición.




 

 

 

Doctor J. Jiménez-Mateu

Vol 10. Núm 037. Marzo 1973