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Consulta para inmigrantes sin papeles: una experiencia más allá de la Medicina

Consulta para inmigrantes sin papeles: una experiencia más allá de la Medicina

Fecha de publicación: 11 January 2016

Un texto de Ana Benito, miembro del programa CASSIN (Consulta de Atención Sociosanitaria a Inmigrantes) publicado en el volumen nº 4 del número Especial Congreso del mes de noviembre de 2001.


Comenzaré con un chiste racista: ¿quién se parece más a un orangután, un hombre blanco o un hombre negro?


Cuando empecé a colaborar con una ONG, pensaba en la cooperación, pero no tenía una posibilidad personal real para irme fuera de mi casa. Así que elegí una ONG que admitiera voluntarios y que realizara programas dentro de nuestro entorno. Comencé a colaborar, el año 1996, con la consulta de Médicos del Mundo para inmigrantes sin documentación. En ella he aprendido muchas cosas.


Un poco de Geografía e Historia


Por nuestra situación geográfica, históricamente, las Islas Canarias han sido un puerto de paso entre Europa y América. Aunque estamos muy cerca del continente africano, y de hecho geográficamente somos parte de él, hemos vivido de espaldas, como si estuviéramos ubicados en medio del Atlántico. Tal vez porque el reparto de territorios africanos entre las potencias europeas dejó a España prácticamente fuera.


Me da la impresión de que las islas, su cercanía, tampoco eran demasiado conocidas en el continente. La excepción es el antiguo Sáhara Español, ya que ambos pueblos siempre estuvieron muy cerca.
Este desconocimiento lleva a que haya emigrantes, sobre todo los que han venido “camuflados” en un barco grande, que tardan unos cuantos días en saber que no están en Europa. Así, que el desconocimiento, parece mutuo.


Medicina Tropical y otras angustias


Fue una sorpresa encontrarme con que el 90% de nuestros pacientes eran africanos y varones. Durante este tiempo, lo más fácil de aprender ha sido la medicina tropical. Al principio, cualquier fiebre, cualquier lesión de piel eran un mundo ignoto. Aquí tengo que agradecer al Dr. Basilio Valladares, del Departamento de Parasitología de la Facultad de Farmacia de la Universidad de La Laguna, su experta colaboración. En la consulta, tal vez por el temor a que nuestro ecosistema fuera parecido, se instauró un protocolo voluntario de detección de enfermedades tropicales. Tengo que decir que es excepcional el diagnóstico de una enfermedad tropical y que no está justificado el miedo a las “enfermedades que pueden traer.” A partir del primer año están inmersos en nuestro ambiente y por lo tanto, generalmente tienen las mismas enfermedades que nosotros. Nadie con un estado de salud deficiente podría atravesar el desierto y el Atlántico.


Siempre, cuando volvía de la consulta tenía por un lado la satisfacción de haber “hecho algo” y por otro, una revoltura que no sabría definir: lo que más me ha costado es aceptar que el hombre es un lobo para el hombre. El origen de nuestros pacientes era por oleadas, de los distintos países con frentes bélicos de la costa occidental de África: Liberia, Sierra Leona, Guinea Conakry… La ley actual, para declarar a una persona como refugiado, obliga a demostrar que ha existido una persecución personal. De modo que estos hombres, no podían ser refugiados, ya que la persecución no era personal, sino tribal, étnica. En resumen, personas que no podían volver a su casa, que no eran refugiados, que de pronto eran marginados sin remedio.


Recuerdo un día que me llamó el trabajador social, alarmado. Había un grupo de unos veinte varones, que habían desembarcado en el Hierro, los habían trasladado a Santa Cruz de Tenerife y necesitaban un reconocimiento a petición del centro de acogida de Cáritas. Procedían de Sierra Leona y Guinea Conakry – ambos países inmersos en guerras tribales -. Las costas de las islas occidentales de Canarias son abruptas, y las del Hierro más. Les habían dejado en una playa que hay en el sur de la isla – una playa dura y solitaria. Les gritaron que venía la policía, que corrieran. Ellos, débiles sin haber comido ni bebido, tuvieron que trepar por un acantilado. Comenzaron a caminar por una pista en un pinar, y luego carretera, donde se encontraron con la Guardia Civil. Allí supieron que no estaban en Europa, no estaban en el continente, que estaban en una isla en medio del Atlántico.


Las Mujeres


Para muchos de ellos, nosotras éramos el segundo choque – dos mujeres, la encargada de Cáritas y yo – que parecían ser las que partían el bacalao. Todos declararon ser solteros y sin hijos – seguro que los de más de 30 años habían dejado a varias esposas e hijos atrás -, excepto un chaval de 21 años, que quería trabajar, para poder encontrar a su esposa y su hijo pequeño y traerlos con él. La verdad es que me enterneció, e interiormente le deseé la mejor suerte. Para seguir con los demás, tengo que reconocer que tuve que hacer de tripas corazón, tragándome el feminismo, y es que en África la vida humana no vale nada, pero la de las mujeres y los niños menos.


El chiste racista con el que comencé no tiene gracia si cambiamos “hombres” por “mujer” porque todas nos pareceríamos, con un niño en los brazos. Así que espero que todos tengamos la sabiduría de no ponernos en una situación de guerra, que le demos el poder a personas que puedan detentarlo, que nunca tengamos que ponernos a prueba de esa manera.
A las tres semanas, sólo dos permanecían en Tenerife. Los demás se habían ido a la península o a otros países europeos.
Seguramente donde tuvieran a alguien conocido: C’est la vie.


La consulta fue evolucionando, y comenzaron a venir mujeres, la mayoría de América Latina, y en el servicio doméstico. Algunas de ellas son personas educadas, con titulaciones académicas, que intentan sacar a sus familias a flote. Algunas en régimen de 24 horas al día.


Otro capítulo son las mujeres extranjeras que trabajan el sexo en nuestras calles. Para todos tiene que quedar claro que ellas no estarían aquí si no hubiera clientes. Sinceramente no sé cuál es la solución que mejore su situación, sin dañarlas. Porque bastante tienen con aguantar al mafioso, a los clientes, al frío. Y es que he llegado a la conclusión de que son un negocio redondo. Las compran a sus familias de origen, o vienen con engaños o sueños, envían el equivalente a las mismas de unas 10.000 pesetas al mes, y el resto del dinero que obtienen lo tienen que pagar en concepto “de deuda”. La deuda se tarda en saldar entre tres y cinco años, después son libres. Por eso siempre son jóvenes. Cuando saldan su deuda, no sé que hacen, la verdad, no sé si vuelven intentando mantener el secreto o qué. La mayoría tienen papeles que las hacen “legales” durante el tiempo que dura “la deuda”. Nosotros intentamos que mantengan la salud en este tiempo de riesgo. Y también intentamos darles la comprensión de otro ser humano.


¿La Antropología y la Sociología tienen la solución?


Dicen los sociólogos que todas las sociedades son racistas y xenófobas. Incluso en nuestro país, no se recibe una idea igual si viene del sur que si viene del norte. Hay prejuicios entre Comunidades Autónomas. Al parecer es una característica única del ser humano: el racismo intraespecie, que no se da en otros mamíferos. Sin estos sentimientos no existirían guerras tribales – ni nacionales. Todo esto, a pesar de que todos los seres humanos tenemos una dotación genética tan parecida, que la diferencia entre razas es inferior a las diferencias que se observan en individuos de la misma raza. Al fin y al cabo, la melanina la controlan un grupo de genes reducidísimo. De hecho se trabaja en un “único” mapa genético para toda la Humanidad, no por razas, ni mucho menos por barrios. Entonces, ¿por qué?


Una de las posibles soluciones me la dio J.L. Arsuaga en su libro El collar del Neanderthal. Según su fundadísima opinión todos los humanos actuales somos cromañones, y los cromañones salieron de África hace aproximadamente unos 100.000 años, y han tenido un éxito ecológico sin precedentes. Desaparecidos los neandertales somos los únicos homínidos que quedamos en el planeta. Arsuaga cifra parte de nuestro éxito en nuestra capacidad para contarnos historia – cuentos – que nos permiten explicar la realidad y acumular y manejar símbolos. Y como somos primates, éstos son fundamentalmente visuales.


O sea, que nos clasificamos de visu, por el número y calidad de nuestros collares. También como primates nuestro cerebro es muy inmaduro al nacimiento. O sea, que nuestro hardware es prácticamente el mismo, y nuestro software depende de las influencias del entorno, en un sentido amplio. Y ahí, es esa instalación del software, entre no sólo cómo nos ganamos la vida, sino también una colección de prejuicios.


En este sentido, y por razones históricas, desde que en la invasión visigoda se decretó el primer aparheid de la historia peninsular, según el cual los visigodos sólo se podían casar entre ellos, en nuestro país, se ha venido considerando a la gente blanca y con ojos claros “mejor” que a la gente oscura. Esto empeoró en siglos posteriores con la “pureza de raza”, que impedía a moros y judíos y aquellos que llevaran su “sangre”, estudiar, ser profesores, ejercer cargos… etc. Tal vez, esto genere en nosotros una “clasificación” inconsciente de inmigrantes. Tengo que decir que sin los números árabes, que son los que usamos, y sólo con los romanos, no hubiéramos llegado muy lejos, ya que conocían la existencia del cero (los visigodos no eran muy sabios en lo que a números, astrofísica y otras ciencias se refiere y la verdad es que su invasión sumió a la Península en la incultura y en la pobreza). Hay que reconocer que en nuestra Historia, son mejores los momentos de entendimiento, como lo fueron los de la Escuela de Traductores de Toledo, que los de “Santiago y cierra España”.
Así que, para mí, el tema no está sólo en tolerar, sino en abrir la mente y aprender. Después habrá tiempo de separar el grano de la paja, sin miedo, sin xenofobia y sin clasificaciones visuales. Intentar, por un segundo, dejar al cromañón en casa.


Hasta que no acaben las guerras, la incertidumbre o la pobreza en sus lugares de origen, seguirá llegando gente a nuestras costas. Vendrán con su cultura, su raza, sus efectos personales. El país que se desangra no es el receptor de estos hombres y mujeres que buscan un lugar bajo el sol, sino que es el del cual provienen. El país receptor se enriquece con su fuerza de trabajo, con su cultura.


Leyes y Salud


La ley es muy injusta: a mucha gente honrada y trabajadora le es imposible arreglar su situación, quedando al margen de la sociedad o a merced de empleadores sin escrúpulos.


Aquí viene la segunda consecuencia para la salud: enferman de situaciones laborales y sociales precarias. Si están en una situación legal, pagan impuestos y la seguridad social como el que más.
La situación de ilegalidad de alguna forma le sale “cara” al sistema de salud, a la sociedad y barata a los empleadores.
Tal vez cambiar el mundo, las leyes, sea algo imposible de lograr, pero que todos tengan asistencia sanitaria no es imposible. La historia, la religión diferente, el idioma, no es una barrera insalvable para la atención médica respetuosa con otras creencias.


Concluyendo...


Bueno, ¿qué?, ¿quién se parece más a un orangután?
Digamos que, normalmente, la gente se queda callada con sus pensamientos. Tal vez porque el racismo aflora de alguna forma, y lo mejor sea quedarse callado. O dicen el blanco, porque somos más depredadores, o cosas así. No voy a contar el chiste completo, pero si dejamos al cromañón en casa, si no clasificamos visualmente… ¿cómo es un orangután?: es un primate con respuestas conductuales fácilmente predecibles, y que no hace daño a nadie, si no se le ataca. Así que un hombre con CI más bajo, no agresivo y prácticamente vegetariano se parecerá más.
De alguna forma, dependerá de su espíritu.


 

 

Ana Benito Herreros

Programa: CASSIN (Consulta de Atención Sociosanitaria a Inmigrantes)
Organización: Médicos del Mundo
Lugar: Santa Cruz de Tenerife