Síntomas del estrés del cuidador o cuidadora

El hecho de cuidar a una persona hace que tengamos que responder a una serie de exigencias, tareas, esfuerzos y tensiones derivadas de su cuidado, pudiendo llegar a repercutir, tanto en su propia persona como en las de su entorno, produciéndose algunos cambios en diferentes ámbitos (familiar, laboral y social) de su vida cotidiana.

  • Cambios en las relaciones familiares.

    Pueden aparecer conflictos en el seno de la familia, por desacuerdos en la atención e implicación de los familiares en el cuidado de la persona dependiente. Es habitual en nuestro medio que la figura del cuidador sea femenina y también encontramos diferentes grados de implicación de los familiares.

  • Cambios emocionales.

    Las personas cuidadoras se ven expuestas a un buen número de emociones y sentimientos. Algunos son positivos, como los sentimientos de satisfacción por contribuir al bienestar de un ser querido. Pero también, se dan con frecuencia algunos negativos, como la sensación de impotencia, sentimientos de culpabilidad, rechazo hacia la persona dependiente, soledad, preocupación o tristeza.

    Tampoco hay que olvidar que la incorporación de la mujer en el ámbito laboral, con poco tiempo libre disponible, puede transformar la satisfacción de cuidar en una obligación, en una pesada carga e incluso llegar a culpabilizar a la persona que se cuida como origen de su estrés, y de frecuentes discusiones en la pareja.

  • Cambios sobre la salud.

    El cuidado prolongado de un familiar termina afectando a la salud de las personas cuidadoras como consecuencia del estrés que ha llevado.

    Habitualmente, estas personas se encuentran cansadas y tienen la sensación de que su salud ha empeorado. Es frecuente la aparición de síntomas asociados a la ansiedad como insomnio, irritabilidad, dolores musculares, cervicales, lumbares, alteraciones digestivas, cefaleas, etc.

  • Consecuencias laborales.

    Los cuidadores o cuidadoras que trabajan suelen experimentar un conflicto entre las tareas de cuidado y las obligaciones laborales. Tienen una sensación de estar incumpliendo tanto en el trabajo (por absentismo, falta de puntualidad, etc.) como en el cuidado del familiar (por no poderle dedicar más tiempo).

  • Dificultades económicas.

    Son frecuentes las dificultades económicas, tanto porque disminuyen los ingresos (al disminuir la dedicación laboral) como porque aumentan los gastos derivados del cuidado del familiar (adaptaciones en el hogar, etc.).

  • Disminución de las actividades de tiempo libre.

    La situación de la persona cuidadora, provoca una disminución del número de actividades sociales y de ocio que anteriormente realizaban, lo que puede producir sentimientos de aislamiento social y soledad.

  • Sentimientos de culpabilidad.

    Ante el dilema de ingresar a un familiar dependiente en una residencia, aparece un conflicto intenso con sentimientos de culpa. Es una de las decisiones más difíciles que debe tomar, ya que por claudicación e imposibilidad de seguir ocupándose del familiar, el cuidador o cuidadora debe trasladar este a una residencia.